Rafa Nadal llega a la cumbre del tenis al conquistar el 21º Grand Slam de su carrera, rompiendo el empate que tenía con Federer y Djokovic para superarse a sí mismo por enésima vez.
A sus 35 años, tras más de cinco horas de batalla, después de ir dos sets abajo, el español tumbó al ruso Daniil Medvedev (2-6, 6-7(5), 6-4, 6-4, 7-5). Ni él mismo se lo podía creer, exhausto, con lágrimas en la cara después de no rendirse a la adversidad. A Nadal le da igual el marcador o el rival, siempre va a pelear hasta el final porque hay que estar preparado si cambia el viento.
Nadal es el más grande por trabajo y devoción, sin una queja. Cuando más mortal parece, es cuando saca una increíble capacidad de superación y mejora. Su potencia, el desgaste en su juego, el pesar de los años y las lesiones, la factura de las rodillas, todo parecía indicar que el de Manacor no podría tener una carrera longeva.
Este domingo en Australia, el balear disputó su sexta final y ganó por segunda vez en Melbourne, un escenario en el verano ‘aussie’ donde también tuvo sus palos en el pasado. Aunque tenga 90 títulos en su palmarés, caer y levantarse está en su ADN, aprovechar la ola y trabajar cuando llega el valle, entrenar y entrenar.
EUROPRESS