Nacieron en las mentes de grandes pensadores y viven en la literatura científica y filosófica. Han ayudado a hacer realidad lo que solía ser fantasía y siguen motivando la búsqueda de lo que hasta ahora no se ha podido hallar.
Algunos hasta se han colado en la vida cotidiana y no dan señales de quererse ir.
Se trata de los demonios de la ciencia, criaturas que ocupan el espacio de leyes, teorías o conceptos que aún no hemos logrado comprender.
Son un tipo muy particular de experimento mental y «parte del lenguaje científico», le dice a BBC Mundo la física mexicana-estadounidense Jimena Canales, autora de «Endemoniados: una historia sombría de los demonios en la ciencia».
«Yo soy historiadora de la ciencia y me encantó ver cómo los científicos usaban esa palabra, porque es paradójica, pues generalmente pensamos que son seculares y nada supersticiosos».
Sin embargo, estos demonios son más parecidos a los demon o daimón de la Antigua Grecia que a esos entes malévolos que se nos vienen a la mente cuando escuchamos esa palabra.
Como le explica al joven filósofo Sócrates la sacerdotisa Diotima en «El banquete» de Platón, habitan ese lugar intermedio entre los dioses y los hombres, y entre la sabiduría y la ignorancia.
«En la ciencia son útiles porque saben cómo burlar las leyes de la naturaleza y cómo lograr cosas que nosotros no podemos hacer», señala Canales.
«Generalmente son parecidos a nosotros pero con características exageradas: son un poco más hábiles o más grandes, o más pequeños o más rápidos o más sabios. No son necesariamente malvados pero pueden desequilibrar el poder; pueden ser útiles, aunque a veces también traviesos.
«Por eso son ideales para la ciencia y la tecnología pues se trata de desarrollar, ir más allá».
«Me di cuenta de que puedes contar la historia del desarrollo de la ciencia y la tecnología en los últimos 400 años a través de la búsqueda de estas criaturas, porque hacen cosas que nos fascinan, y otras que nos preocupan».