En 2016, la juventud venezolana comenzó a emigrar en masa en busca de dos pilares: seguridad y crecimiento profesional con proyección a futuro. En su país era imposible encontrar la estabilidad que necesitaban.
Parte de los jóvenes talentos salieron con becas, cupos universitarios e, inclusive, trabajos previamente concretados desde Venezuela. Otros se arriesgaron con un título profesional en una mano y la maleta en la otra. Y hasta sin nada. Esto convirtió a Venezuela en el país de Latinoamérica con el mayor éxodo, con cerca de 20% de su población huyendo hacia otros países.
Sin embargo, hoy por hoy, dentro de este respiro económico que ha facilitado la dolarización en el país, algunos de esos jóvenes que se fueron hace varios años sintieron que era el momento propicio para regresar e iniciar una nueva batalla de la juventud venezolana: la de contribuir en su reconstrucción con la experticia adquirida durante tantos años fuera de casa.
Venezuela siempre será el hogar, ese espacio de calidez al que siempre se quiere volver sin titubeos. Principalmente, porque la familia sigue aún con sus bases firmes en el territorio, por el clima y por la sensación de fácil crecimiento.
EL ESTIMULO