Al presidente Iván Duque le quedan solo dos semanas y media antes de dejar el poder, pero no quiere despedirse sin lanzar algunos dardos a su sucesor. “Esta es la última vez que me dirijo en calidad de presidente de la República ante este Congreso”, dijo en la tarde de este miércoles, cuando se instaló el nuevo Congreso de Colombia.
Deja el cargo con una desaprobación del 68% y con un parlamento donde ahora gobierna el partido de su rival, el presidente electo Gustavo Petro. Duque, sin embargo, entró al recinto con soberbia al asegurar: “¡Hemos cumplido!”. El público no estaba de acuerdo. Los congresistas de la oposición a su Gobierno empezaron a abuchearlo. “¡Mentiroso!”, le gritaron varias veces.
El primer momento en que arrancaron los gritos fue cuando el presidente habló de su primer punto en el discurso: “Paz con Legalidad”. De acuerdo con Duque, bajo su mandato se regularizaron 1,3 millones de hectáreas para los campesinos sin tierra, “el Gobierno que ha brindado más tierra a los campesinos de Colombia en nuestra historia reciente”.
El dardo a Petro llegó cuando añadió que ese proceso “demostró que se puede hacer justicia social en el campo sin expropiaciones”. La palabra expropiación fue una que se usó repetidamente por sus aliados contra Petro, quien ha prometido varias veces que no tiene en su programa expropiar a los propietarios del campo. No importa cuánto lo repita. Sin embargo, el presidente decidió provocar a los petristas usando esa palabra tan cargada durante la campaña.
Duque, además, fue más lejos. “Hemos brindado todo el apoyo necesario a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a la Comisión de la Verdad”, dijo segundos después. Las dos son instituciones que creó el Acuerdo de Paz del 2016 y Duque fue elegido en 2018 por los electores que querían “hacer trizas el acuerdo”. En su gestión, intentó revisar la JEP con reformas que le quitaban sus facultades (aunque falló en el intento), y recientemente se ausentó cuando la Comisión de la Verdad presentó su informe final ante el país, un documento titánico en el que varios comisionados entrevistaron a miles de ciudadanos afectados por la guerra.
Haciendo eco de las críticas que han hecho los sectores militares y de derecha a este informe, Duque dijo que quisiera que “se instale en la sociedad un debate nacional que nos permita alcanzar una verdad sin sesgos”. Más adelante, hablando del Ejército, afirmó que “a los héroes de Colombia les reiteramos que estamos y estaremos siempre de su lado y a su lado, porque ustedes son el sostén de la democracia”. Los abucheos continuaron.
Duque fue un presidente que varias veces le dio la espalda a las instituciones que creó el proceso de paz, razón por la cual votaron por Petro muchas de las regiones más afectadas por la guerra. Subiendo el tono de su discurso, el mandatario añadió que “no existe causa objetiva alguna que justifique un crimen, mucho menos apelando a falsas teorías que adecuan de manera amañada la palabra revolución”. Otro dardo implícito a quienes apoyan estas instituciones de paz. Pero ni la JEP ni la Comisión de la Verdad han justificado la violencia de las armas.
En contraste, habló de los logros militares, como haber conseguido atacar a las disidencias de las FARC, por ejemplo alias Uriel, alias Iván Mordisco o alias Rodrigo Cadete. “Mientras otros como Otoniel pagan sus crímenes internacionales, sin que eso impida que enfrente a la justicia colombiana y retribuya a las víctimas”, añadió. Varias organizaciones le pidieron no extraditar a Otoniel a Estados Unidos para que pudiera confesar sus crímenes en Colombia.
“Ha sido este Gobierno el que hizo una reforma estructural asegurando el bienestar e integridad de la Policía Nacional y promoviendo una institucionalidad militar y policial más cercana a los ciudadanos”, dijo el presidente. La Policía, sin embargo, tiene una desaprobación del 58% que fue aumentando después de la violencia policial que el gobierno no detuvo durante las protestas sociales. Frente a las protestas contra su gobierno, que arrancaron en 2019 hasta 2021, Duque se refirió a ellas como “oleadas de violencia que pretendieron bloquear el país”, aunque hubiera “válidas reclamaciones sociales por deudas históricas nunca saldadas”.
El presidente también habló en su discurso sobre las crisis que no estaban bajo su control y que hicieron más difícil su presidencia: la pandemia del coronavirus, la crisis migratoria de Venezuela con millones de personas “buscando refugio frente al oprobio dictatorial”, o el huracán Iota del 2020 que destruyó las islas colombianas en el Caribe. Resaltó que, a pesar de los retos, logró aumentar la cobertura en educación gratuita para los más jóvenes, además de crear nuevas plataformas para que estos accedan a empleo.
Añadió que logró por primera vez tener un gabinete paritario (aunque este no se mantuvo durante todo su mandato), y que bajo su gobierno el país empezó la transición hacia las energías renovables—un proceso que Petro ha prometido acelerar. También añadió que, bajo su gobierno y durante la crisis en Ucrania, Colombia logró ser incluido como un aliado estratégico, no miembro, de la OTAN.
“A la siguiente Administración le deseamos éxito en su gestión”, dijo Duque hacia el final de su discurso. “El próximo 7 de agosto, cuando recupere mi condición de ciudadano, mi voz estará siempre atenta para construir y edificar soluciones para nuestra nación”. Lo dijo entre gritos, abucheos, golpes a los pupitres.
Duque está a punto de despedirse del Gobierno, con muy pocos queriendo escucharlo atentamente, y el presidente tampoco parece querer atender a sus críticos. Calificó a su oposición como aquellos que promovieron “la violencia”, “los ataques deshonestos”, “las noticias falsas”, los “que buscan dividir la sociedad”. Se fue del Congreso sin escuchar al menos la réplica de la oposición, que tenía derecho a hablar después del presidente. Se despidió como gobernó: con muchas protestas alrededor, y sin escuchar a quienes quisieron replicarle.