Su voz llenó los espacios de teatros monumentales, de modestas plazas de pueblo, de anfiteatros universitarios relevantes y de antiguos bares en pueblos marchitos. Muchos lo comenzamos a escuchar casi en la clandestinidad, en precarios casettes que nos pasábamos de mano en mano con cierto temor, como si se tratara de un peligroso secreto subversivo. Escuchábamos al joven cantor cubano con una tesitura de tenor ligero, un timbre de trovador, poseedor un vibrato que expresa gran emotividad, marcado con el nombre Pablo, que significa “el humilde”.
Pablo Milanés nació el 24 de febrero del 1943 en Bayamo, ciudad que quemaran los nativos para no cederla a los españoles, ubicada en el oriente de la Antilla Mayor, en las cercanías de la Sierra Maestra, tierra de caudalosos ríos, la cuna del son. Pablo fue el surrapo de cinco hijos, muy pequeño escuchaba a su padre cantar, haciendo la difícil segunda voz en las guajiras y sones tradicionales. Eso despertó la intuición musical del niño mulato. A los seis años llegó con su familia a La Habana y comenzó a estudiar en el conservatorio municipal con el sueño de ser pianista. Pero cuando cumplió los 11 años de edad, su madre le regaló la guitarra que marcó su destino, trazó su sendero de cantautor llamado a recorrer el mundo.
En La Habana, una megalópolis de las artes, comenzó su densa formación intelectual, comenzaron las lecturas de poesía que influyeron en su talante de compositor: Ceśar Vallejo, Neruda, Nicolás Guillén, Martí y Mario Benedetti.
En 1969 entra al Grupo de Experimentación Sonora ICAIC y conoce al maestro Leo Brower, compositor, guitarrista y director de orquesta nacido en La Habana en 1939, egresado con honores de The Juilliard School en Nueva York. Pablo estuvo bajo la tutela del maestro habanero durante cinco intensos años.
A finales de la década de los 60 nació un movimiento musical espontáneo, pujante, con una gran estrella artística, fue llamado La Nueva Trova Cubana. Pablo Milanés, sin proponérselo, lideró el movimiento junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, que marcó a la juventud de cuatro décadas: desde el decenio 1970.
En 1965 Milanés ya había publicado su tema “A mis 22 años” donde muestra sus raíces del feeling cubano, que no es más, que el universo bolerístico cubano enriquecido con armonías del jazz. Ese tema fue considerado el pionero del nuevo movimiento neotrovero.
Sus maestros del feeling fueron los líderes de ese movimiento musical-estético nacido en las décadas 40 y 50: César Portillo De La Luz y José Antonio Méndez, compositores admirados y muchas veces interpretados por Milanés.
Los nuevos trovadores, traían el bagaje de la tradición amorosa cubana, con sus guajiras, los sones, danzones del maestro Barbarito Diez; esa valija de musicalidad la unieron a las nuevas estructuras armónicas.
En una entrevista que brindó al historiador argentino Felipe Pigna en el 2011, Pablo admitió que de niño cantaba los sones de Sindo Garay en programas aficionados de la radio. Sindo fue un compositor oriental que lo marcó con su lírica:
“Ella es sensible, le brinda al hombre
virtudes todas y el corazón
pero si siente de la patria el grito,
todo lo deja, todo lo quema,
ese es su lema, su religión”
(Garay, 1918).
En 1973, Pablo Milanés realizó un álbum que sería su catapulta en todo el continente, “Versos a José Martí” donde participaron músicos de la talla del pianista Emiliano Salvador, el bajista Eduardo Ramos y Frank Bejarano. La producción la hizo su admirada Haydée Santamaría, intelectual y heroína, fundadora de La Casa de las Américas. En su honor, colocó su nombre a una de sus hijas, Haydée Milanés Benet, quien es pianista y cantante de gran talento, de un dulce carisma, ya tiene cuatro álbumes publicados.
A mediados de la década del 70 comenzaron sus viajes a Europa y América del Sur. Pablo y Silvio se habían convertido en los gurúes de una religión musical, sin ayuda de casa editora alguna, sin maquinaria de promoción, sin pagar un centavo en payola o palangre: llegaron con su luz y esfuerzo a todas las naciones de América y Europa.
Según testimonio de la novia del feeling, la cantora Omara Portuondo, ella tuvo el privilegio de presentarlos, Pablito y Silvio estrecharon sus manos en el lobby de una emisora que visitaban en La Habana, se sentaron con una guitarra y comenzaron a cantar por horas. Nacieron cientos de concierto juntos, duetos: Pablo hacía la segunda voz como la había aprendido de su padre en Bayamo.
En septiembre de 1982, junto a mi esposa Marisela Árraga, tuve el honor de presenciar el concierto de Pablo y Silvio en el viejo aeropuerto de Grano de Oro, sede de la Facultad de Ciencias Experimentales de LUZ, fue un recital memorable al que asistieron miles de estudiantes universitarios.
La amistad entre los dos trovadores se vio fracturada luego de cuatro décadas de andanzas juntos, por diferencias de visión sobre la coyuntura política que vive Cuba: Silvio increpó a Pablo en el 2003 por negarse a firmar un documento que justificaba algunas acciones contra artistas disidentes.
Por su parte Pablo le respondió: “Las ideas se discuten y se combaten, no se encarcelan”. Recriminó a Silvio el no aupar los cambios necesarios en la isla. Ahora cuando a Pablo Milanés le preguntan por Silvio en alguna entrevista, pide “no tocar ese tema, cambiar la pregunta.” Sin embargo, Milanés dejó claro que él es revolucionario, hombre de la izquierda progresista latinoamericana, siempre apoyará a Cuba, su querida patria.
En su son-beat “Canto de la abuela” entre nostalgias, recuerda los cánticos y rezos de su abuela en los ocasos de Bayamo, allí proclama:
“Y aunque sólo en el hombre crea, admito; que tu canto creció con mi estatura”.
Él es un materialista histórico, agnóstico puro.
Uno de los momentos más difíciles en la vida de Milanés, lo vivió cuando fue diagnosticado de síndrome de Legg-Calvé-Perthes, afección que le dañó el fémur y parte de su cadera, causándole un gran dolor y problemas severos de motricidad. Debió someterse a varias cirugías para reemplazar los huesos por prótesis. Estuvo en silla de ruedas, terapias, hasta que comenzó a caminar con dificultad y finalmente superó su mal. En Maracaibo actuó en el Palacio de Eventos desde una silla de ruedas, con una voz impresionante, que él dice cuidar con métodos ancestrales. Esa noche conmovió al público, corrieron lágrimas, por momentos el auditorio se convirtió en una gran coral bajo su batuta.
En 1984 al cantante español Víctor Manuel, le produjo una obra colosal, álbum que reunió a 20 grandes cantantes iberoamericanos, todos interpretando éxitos de Milanés. Entre otros:
Miguel Ríos, Chico Buarque, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, María Belén, participaron en el histórico proyecto que se grabó en varios países y rompió récord de ventas.
Dentro del universo sonoro que Pablito creó, hay astros con mucha luz, como la canción que le hizo a Yolanda Benet, su segunda esposa. Con ella se casó en 1968, es la madre de tres hembras, de los nueve hijos del travador bayamense. Lynn, Suylén y Haydée son sus hijas cantoras:
“Mi soledad se siente acompañada
por eso a veces sé que necesito tu mano
tu mano, eternamente tu mano”.
También a Yolanda Benet le compuso “Yo no te pido”:
“Yo no te pido que me bajes una estrella azul,
sólo te pido que mi espacio llenes con tu luz”.
Milanés cree que compone mejor desde el dolor, la desesperanza, en esos momentos de abatimiento la canción es maravilla luminiscente, caudal de vida que le llena el alma. En sus momentos de alegría, nocompone: canta, celebra, le gusta cocinar para sus amigos, comparte tragos de ron, como buen oriental.
Otro de sus astros sonoros nació cuando recibió la noticia del asesinato de Miguel Enríquez, el líder del MIR chileno, había sido liquidado en las calles de Santiago el 5 de octubre de 1974. A él dedicó:
“Yo pisaré las calle nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes”.
La canción la compuso en 20 minutos y luego tardó 25 años en regresar a Chile a cantarla, tal como lo había prometido: “una vez que salió del poder el sátrapa Augusto Pinochet, volví a pisar las calles chilenas”.
Cuando realizó la ansiada gira por los Estados Unidos llenó cada teatro, agotó la boletería en cada ciudad norteamericana. Sólo en La Florida, la comunidad cubana-miamense protestó su presencia, pero igual se llenó el Miami Arena para verlo. En esa ocasión una periodista le preguntó su sus canciones preferidas son las de contenido político. Él respondió: “tengo canciones predilectas, aunque no las cante siempre. Una de ellas la compuse en los años 60, Ya ves”:
“Ya ves
y yo sigo pensando en ti
como ave
que retornará”.
Ese tema impresionó a Julio Cortázar, se lo confesó en sus recurrentes viajes a La Habana. Años después Pablo incluyó la voz del escritor argentino en su álbum “Querido Pablo” con su poema
“Yo tuve un hermano, no nos vimos nunca pero no importaba”.
El tema “Ya ves” también fue grabado por Adalberto Santiago con la Orquesta de Ray Barreto, se convirtió un éxito mundial en el género salsa en 1979, con el sello Fania.
En 2002 publicó su álbum “Pablo querido” donde reunió a 19 grandes artistas de todo el continente. El primer track contiene un introito genial en la voz de Gabriel García Márquez, donde habla de la vocación musical de Pablo:
“Una casa ambulante, sin puertas ni ventas, donde sólo se habla el lenguaje de la música”.
Logró dúos memorables con Fito Páez, Tania Libertad, Charly García, Armando Manzanero, Joaquín Sabina, Francisco Céspedes y Fher, entre otros.
En 2008 estremeció el mundo de la música con el álbum “Más allá de todo” junto al pianista cubano Chucho Valdés, donde grabaron 10 temas con letras de Milanés y melodías de Valdés: “La cita”, “Distancias”, “Choteo” (término cubano que designa la capacidad de burlarse de lo trágico, reírse de las penas). Fue catalogado por los músicos del feeling, el jazz y la trova como una joya, diseñada solo con la voz y piano.
La Academia Nacional de las Artes y las Ciencias de la Grabación de Estados Unidos lo reconoció en tres ocasiones el trabajo artístico de Pablo Milanés. Le confirieron el Grammy Latino 2006 al Mejor álbum cantautor por el disco “Como campo de maíz”. Ese mismo año le reconocieron por su trabajo “Líneas paralelas” como el mejor álbum Tropical Tradicional, al lado del sonero de Trastalleres, Andy Montañez. Y en 2007 lo recibió por su producción “Regalo”, la cual contiene el éxito “Matinal”.
Quizá la canción que represente su pasaporte más universal sea “Para vivir” de infinitas versiones:
“Muchas veces te dije
que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien”.
Esa canción representa algo similar al “Caballo viejo” para Simón Díaz” o “Cantares” para Joan Manuel Serrat: es un icono sonoro, su alter ego musical.
Con 45 álbumes publicados, Pablo Milanés se marchó la madrugada del 22 de noviembre 2022 a los 79 años de edad, aquejado de viejas dolencias.
En Galicia, nació su esposa Nancy Pérez, con ella se casó en 2005, es historiadora de profesión, tuvieron unos mellizos.
En su amada Habana vieja pasó sus mejores tiempos, admitía que no puedía alejarse mucho de esa ciudad donde se formó y donde quería morir.
Uno de sus placeres más preciado es caminar por su malecón, recorrer las calles de los barrios que conoció de adolescente, ver sus casonas con colores devaídos, balcones tapiados, dinteles derruidos, calles anegadas de recuerdos, que encerraron su mayor querencia.
Podemos concluir, que el muchacho que nació en las riberas del río Cauto, estará por muchos años en el imaginario de los que al son de trova, aprendieron a amar. Sobre todo, en estos tiempos en que la canción padece una anemia sentimental y sus letras son anodinas.
Para vivir por siempre nació Pablo, el hijo predilecto del feeling, aunque su bandera musical ahora sea humo y su voz, un rumor.
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