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Un giro inesperado
Análisis de Guillermo D. Olmo, corresponsal de BBC Mundo en Lima
Pocos imaginaban que lo que empezó como una huelga convocada por un grupo de asociaciones de transportistas la semana pasada se agravaría hasta convertirse en un problema nacional que terminaría con la declaración del estado de emergencia.
El inesperado anuncio del presidente Pedro Castillo al filo de la medianoche, en el que decretó la inmovilización social obligatoria, sorprendió a muchos peruanos que esta mañana se disponían a iniciar sus actividades cotidianas y ha suscitado críticas en la esfera política y la calle.
El paso del presidente es el último giro de un mandatario cuestionado y acostumbrado a cambiar de opinión. Sus críticos señalan sus constantes cambios de criterio como la prueba de su incapacidad para dirigir el país.
Cuando comenzaron las protestas a finales de la semana pasada, Castillo culpó de los bloqueos de carreteras a «cabecillas» y «dirigentes» «malintencionados y pagados», acusación que acompañó de una promesa de restablecer el orden que no ha podido cumplir.
Más tarde, adoptó un tono conciliador, se disculpó con los transportistas y anunció que exoneraba del pago de algunos impuestos a la gasolina, en un intento de apaciguar los ánimos que tampoco funcionó.
Para entonces, las imágenes de la policía incapaz de controlar acciones violentas en distintos puntos de Perú ya copaban los informativos.
Ahora, ha recurrido a una medida extrema como el estado de emergencia para apagar un incendio que ha sido particularmente virulento en los sectores populares, esos a los que Castillo invoca permanentemente como su razón de ser.
Está por ver que el estado de emergencia surta el efecto deseado. Si no lo hace, al presidente le quedarán pocos ases en la manga.
BBC